martes, 4 de octubre de 2011

Lady Gaga y la historia de la belleza

"¡Busquemos la belleza!, se proclamaba desde las radios mientras Lady Gaga salía de un huevo gigantesco en los últimos premios MTV. ¿Existe acaso una historia de la belleza, como escribió Eco? Nuestra imagen pública es tan importante que nos morimos por saber si encajamo0s en cánon occidental de la hermosura. 

El ideal de la belleza objetiva ha estado siempre muy presente desde que los griegos inventaran aquello de la proporción áurea, las medidas del ideal de belleza física y arquitectónica en el que se basan tanto la obra de Fidias como el Coliseo romano, la Victoria de Samotracia como el David de Miguel Ángel. Ese ideal de belleza basado en unas medidas 'doradas' de base poético-científica se mezcló acertadamente con otra proporción de corte más divino, que es la existente en la Biblia, ejemplificada cuando, por ejemplo, Jahvé ordena varias veces las medidas exactas de ciertas construcciones como el Templo de Salomón o el arca de la Alianza.

 Así Europa asimiló en sus raices un principio matemático y otro divino de la belleza que se reflejan con puntillosa geometría en el gótico: nunca la arquitectura y la matemática estuvieron más puestas al servicio de dios y del ideal de la belleza espiritual. ¿Qué había de la temporal? Hubo que esperar al renacimiento y a su hermano oscuro, el barroco, para disfrutar por una parte de cuerpos perfectos y henchidos como el David de Miguel Ángel y las pinturas rafaelitas y, por otro, de torsos desgarrados pero transidos de profunda humanidad que es la imaginería católica que todavía podemos er en nuestras calles en Semana Santa: un sentido de la belleza doloros que prepara otro tránsito más en la idea de lo hermoso.

Si bien el neoclasicismo y los diferentes estilos de belleza de las cortes europeas no ofrecieron nada nuevo bajo el sol a lo visto antes -salvo cierta exageración superflua-, fue la enciclopedia, las luces y la ola secularizadora que recorrió Europa de la mano de las revoluciones liberales la que descubrió la belleza del pueblo, de los sans-culottes y de la clase trabajadora más adelante. Los ojos se vuelven hacia lo históricamente invisible, lo que nunca había sido retratado antes; así se convierte en icono de belleza a la mujer trabajadora, al minero, a la prostituta y al campesino: es el tiempo del romanticismo y su idílica visión de los pueblos originales y del naturalismo y su denuncia socialista de los males de la industrialización que finiquitan un orden natural de lo bello.

 Por otra parte, la vanguardia artística guiada por la estela de la filosofia del siglo XIX y de los avances científicos crea un cánon de belleza diferente. ¿Es bella la fugacidad casi onírica del expresionismo? ¿Son bellas las mujeres angulosamente deformadas de los cuadros de Picasso? ¿Son bellas las exóticas visiones de un Gauguin perdido en el Pacífico? ¿Es bella, por último, acaso la maquinaria descrita por Marinetti y sus amigos modernistas? Tan bella que cuando destroce a los soldados franceses y alemanes en las trincheras de Verdún muchos se echarán la mano a la cabeza y abominarán de la máquina y sus efectos, soñando con volver a los tiempos míticos en que una raza de hombres perfectos y puros, deudores de la belleza áurea original pero divorciados radicalmente de la sombra de dios, volverá a mandar sobre la tierra: son los primeros chispazos del nazismo, que luchó a brazo partido contra la 'cultura degenerada' proveniente para ellos de una conspiración judía en todos los órdenes impulsada por la plutocracia financiera de Estados Unidos.

 A la postre el triunfo político de este país y el de su sociedad multirracial ha venido a asentar el auge de la polisemia de bellezas posibles, donde lo afroamericano se mezcla con la herencia europea sin desdeñar los aportes indígenas originales. Hoy la belleza es menos canónica que nunca. En la fiesta de la globalización muchos son los que siguen lo extravagante como un reverso maléfico y divertido del ideal clásico. Que alguien como Lady Gaga se haya convertido en un icono de estos tiempos dice mucho de nuestra preocupante falta de una idea de la belleza totalizadora.

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