jueves, 8 de septiembre de 2011

En Euskadi no gustan los toros. ¡Qué va!

A algunos de mis paisanos no les ha gustado que la Vuelta Ciclista a España vaya a pasar por Euskadi. A pesar de que aquí la afición a los 'txirrindularis' -ciclistas- es notoria y por toda la geografía hay esparcidas carreras que se coronan una vez al año con una Vuelta Ciclista al País Vasco, que los corredores de 'La Vuelta' pasen por territorio vasco inflama la vena patriótica de mis compatriotos. Tal afrenta, que un pelotón de ciclistas pedaleé en culote, no puede ser tolerada en forma alguna.

Para mostrar su rechazo, a los mismos, es decir, a los de siempre, no se les ha ocurrido mejor idea que imprimir unos carteles en los que se ve a un encorajinado toro con su correspondiente anilla en la nariz, vestido con la bandera nacional y con el pie en el estribo de una bicicleta ante la frontera vasca, donde un simpático letrero dice 'Alde hemendik', lo que bien se podría traducir por un nada amable "largo de aquí". Una imagen rápida de lo español, pensarían, un toro y listo. Que el toro, como todos sabemos bien, es sólo expresión de la degeneración hispana y lo inventaron Franco y la marca Osborne. Olé.

Y la cosa quedaría así, como otro cliché más o menos amenazante, si no existieran los libros de historia vasca, y las enciclopedias, y los lugares donde uno puede viajar y ver las cosas por sí mismo y no a través de los anteojos que otros quieran colocarle. Y es que dejando aparte que las tres capitales vascas tienen su correspondiente plaza de toros, que se llenan hasta la bandera cuando hay feria, las fiestas de nuestros pueblos y la memoria nos dicen que las celebraciones en torno a la figura del astado han sido fundamentales para definir nuestro carácter, quiénes fuimos y quiénes somos.

Así este año pueblos como Otxandio, Azpeitia, Soraluce, Bidania, Zarautz, Elgoibar... (la lista es tan larga que hasta hay una página web especializada, www.sokamuturrak.com) han disfrutado de la soka-muturra o espectáculo en el que una vaca brava o novillo es atado a una soga y soltado por las calles del pueblo para que la gente burle sus cuernos; una costumbre que aparece en el siglo XVIII asociada a los carnavales y que enseguida queda fijada durante las fiestas patronales de cada lugar.

Es tal la afición que se desarrolla que de hecho una palabra hoy tan denostada como 'corrida' proviene de la costumbre de 'correr' que tenían los mozos del norte delante de estas reses, cuya suerte, en la mayor parte de los casos, era la muerte en la plaza del pueblo. 'Idixkuak, 'urruzak' o 'betisoak' son otras tantas otras palabras del euskera para definir los diferentes tipos de reses que actuaban en estos festejos. Prueba de una afición tal que incluso en San Sebastian su supresión en 1902 por motivos de seguridad desembocó en una auténtica batalla campal que requirió del concurso de Guardia Civil y mikeletes para calmar los ánimos después de que se apedreara el Ayuntamiento.

Lo vasco, el toro y la crueldad están tan enraizados que el 'zezensuzko', o toro de fuego llegó a ser posiblemenbte el espectáculo más salvaje que jamás haya tenido lugar en ningún otro rincón de España, en el cual una res brava a la que se ataba una artillería de cohetes y fuegos, abrasado por ella, moría entre las lanzadas y navajazos propinados por los mozos beodos del pueblo. Una carnicería que hasta tiempos de la francesada aún se podía ver en Bayona, en Pamplona y en otros lugares de Las Landas -donde pervive de forma notoriamente rebajada-, y que hoy sólo pervive de forma simbólica donde un figurante se atavía con un disfraz de morlaco -hasta ahí llega nuestra vinculación a los cornúpetas- y una ristra de fuegos de artificio para persiguir a los niños del pueblo.

Si a todo lo dicho le sumamos los encierros, los alanceamientos, la suelta de vaquillas en plazas portátiles, el 'herri kirolak' del arrastre de bueyes, el toro 'de palenque', donde la multitud asesina a golpes a un animal -y que se practicaba en Tudela, por ejemplo-  y la corrida con matarife a pie como ha quedado establecida, alguien ha metido la pezuña hasta el fondo identificando lo español con los bovinos bravos. "Gure osadioengatik dira", dicen todavía hoy en los pueblos vascos cuando se les pregunta por la irracional costumbre de divertirse a costa del sufrimiento de un pobre animal. "Son nuestras tradiciones".

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